El mundial de futbol de Qatar 2022 esta a la vuelta de la esquina y se encuentra todo listo, seguramente será una gran fiesta dentro y fuera de las canchas, y como no serlo, si se llevará a cabo en una región de los Emiratos árabes en donde los lujos y la extravagancia están a la orden del día; no quiero ni imaginarme la derrama económica que esto generará, seguramente las familias más adineradas del mundo ya se frotan las manos para que de inicio al campeonato mundial… pero, ¿que hay en la otra cara de la moneda?
Mientras algunas personas gastan grandes cantidades de dinero en lujos y diversiones, otras muchas están muriendo de hambre. En la actualidad mueren más personas por no tener qué comer o por enfermedades derivadas de la mala alimentación, que de la propia pandemia por COVID.
La llamada carencia alimentaria, que no es más que la incapacidad para cubrir una alimentación suficiente y de calidad para los seres humanos, se ha convertido en un problema grave en diversos países y se prevé que siga aumentando la crisis si no se hace algo para erradicarlo; en términos generales, la desnutrición puede tener consecuencias negativas en las personas, siendo más propensos a desarrollar enfermedades.
La mala alimentación de las personas en la mayoría de los casos, se encuentra asociada a la pobreza y a la escasez en la producción y exportación de alimentos.
En la actualidad la causa principal de que el alimento no llegue a las personas, es el conflicto que existe entre Ucrania y Rusia, toda vez que si bien este problema no nace de la guerra en territorio ucraniano, sí se ha agravado, provocando la poca producción principalmente de semillas, en consecuencia la alza del precio de diversos alimentos, pues no olvidemos que Rusia y Ucrania, son los principales exportadores de granos a nivel mundial con un 26% de manera conjunta en cuanto al trigo, 14% al maíz y el 30% a la cebada. Según los cálculos de la FAO, la guerra en Ucrania podría tener como resultado que el número de personas que padezcan hambre entre 2022 y 2026 aumente en 13.1 millones.
El cambio climático, es otro factor para la producción de alimento, ya que está asociado a la mayoría de fenómenos hidrometereológicos, así como en muchas regiones del mundo nos encontramos con altas temperaturas y sequías, lo cual trae aparejado que no existan condiciones para que se pueda llevar a cabo la siembra y cosecha de alimentos, tal es el caso, por poner un ejemplo, de Estados Unidos, el cual, en la actualidad pasa por un problema grave de sequía, afectando la exportación de productos que para los mexicanos son indispensables en su dieta.
Cabe señalar, que en el mundo, el hambre impacta de manera directa a 60 millones de personas, con lo que nos encontramos en el punto máximo desde hace 20 años. En América Latina la llamada inseguridad alimentaria afectó al 40,9% de la población, representando un 30,4% del nivel mundial. En México el 59.1% de las familias se encuentran en algún grado de inseguridad alimentaria, es decir 6 de cada 10 hogares en el país no tienen garantizada la alimentación, mientras que 47.1% tiene una reducción en el gasto de alimentos.
No es novedad que los países menos desarrollados son aquellos que se encuentran más vulnerables para este tipo de problemas, sufriendo consecuencias graves; el alza sin precedentes de los precios de los alimentos podría empujar a 1700 millones de personas (lo cual representa a una quinta parte de la humanidad) a la pobreza, aumentando el hambre y la malnutrición, amenazando con eliminar los avances en materia de desarrollo logrados con tanto esfuerzo.
Para enfrentar estos riesgos la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) exhorta a los países a estimular programas de protección social, mantener el comercio mundial de alimentos y en funcionamiento los engranajes de las cadenas de suministro nacionales, así como apoyar la capacidad de los pequeños productores para aumentar la producción.
En México, mueren aproximadamente 8,500 personas al año por desnutrición, y el 10% son niños. Desde hace muchos años, nuestro país ha registrado una alza considerable en la población catalogada como en situación de pobreza y actualmente, enfrenta el número más alto registrado con 55.7 millones de mexicanos en esta condición, pero los grupos más vulnerables se encuentran en las zonas alejadas de la urbanización, como lo son las comunidades indígenas principalmente, en donde estos grupos de personas reportan que 1 de cada 4 niños de estas comunidades, padece desnutrición crónica, y esto se debe a que los principales programas sociales no llegan a estas regiones.
Ahora tenemos en la puerta un nuevo conflicto entre 2 grandes potencias como son China y Estados Unidos, quienes desde hace muchos años llevan a cabo una lucha constante por la hegemonía global y el control económico; lo cual resulta irónico, ya que mientras unos pelean por no perder la batalla de la economía global, generando a sus arcas más riqueza y poder, otros luchan por sobrevivir a la desnutrición y no morir de hambre en el intento. Tenemos que seguir levantando la voz por los que no son escuchados, la lucha contra la pobreza y las desigualdades estructurales son la base para que las grandes potencias observen la gravedad de la situación a la que nos enfrentamos y con ello, se generen los mecanismos de atención y pronta solución.