15 de mayo de 2024

EN LA OPINIÓN DE ...

La reacción de las élites conservadoras de los Estados Unidos ante las recientes posturas de su embajador en México, Ken Salazar, confirma el hecho de que nuestro país a partir del 1 de diciembre del 2018 dejó de ser el “patio trasero” del gobierno americano y con ello el inicio de una nueva historia de intercambios bilaterales en donde el marco común se basa en el respeto, el diálogo y la cooperación entre las naciones.
Tanto Joe Biden como en su momento Donald Trump, tienen frente así a un presidente de México que, a más de la mitad de su mandato, cuenta con un gran respaldo popular y con una legitimidad sin precedentes, así lo acreditan múltiples mediciones. Habría que añadir que su popularidad trasciende fronteras, pues buena parte de los países latinoamericanos han reconocido el liderazgo que encabeza Andrés Manuel López Obrador, solo por mencionar algunos ejemplos podríamos citar a los mandatarios de Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Venezuela, Cuba, El Salvador, y más recientemente Colombia, quienes han expresado públicamente su admiración y respeto. Esta simpatía no es gratuita, pues AMLO se la ha ganado a fuerza de trabajo, congruencia y dignidad, pero sobre todo por su incansable lucha para que se reconozca la soberanía de los pueblos y se respeten los derechos humanos de los migrantes mexicanos y centroamericanos que intentan llegar al país del norte.
En este sentido, un acontecimiento que marcó un antecedente importante para la diplomacia de la región fue el rechazo de López Obrador a participar en la IX Cumbre de las Américas debido a la exclusión de países como Nicaragua o Cuba. Sin duda fue un gesto que le valió numerosos apoyos al interior y al exterior de nuestra nación. Con este posicionamiento no solo se hermanó con los representantes de los países, sino fundamentalmente con la lucha de los pueblos que históricamente han sido agraviados por la prepotencia que ha representado los Estados Unidos en las últimas décadas.
El segundo suceso trascendente fue el viaje de AMLO a Washington, por cierto, semanas después de realizada la cumbre. La lectura de académicos y especialistas es que la visita diplomática representó una lección de historia, diplomacia y liderazgo político internacional.
Con la visión que caracteriza a Andrés Manuel tomó la delantera de la agenda al anunciar los temas sustantivos que trataría con su homólogo, primero lo dio a conocer en las conferencias matutinas y posteriormente lo fue exponiendo en distintos momentos y espacios en presencia de connacionales y centroamericanos. Mantuvo en todo momento el eje de la agenda de los asuntos a tratar; de los puntos que preocupan y ocupan a nuestros pueblos latinos.
Su planteamiento se mantuvo fiel a su estilo particular, es decir, fue un ejercicio de comunicación directa, abierta y a ras de suelo, logrando su principal objetivo: poner el acento en el respeto los derechos humanos y a la dignidad humana, concretamente en el derecho que tienen los seres humanos al trabajo y a tener una vida plena y feliz.
Los pronunciamientos tanto en las calles de los Estados Unidos como dentro de la propia Casa Blanca fueron contundentes, se enfocaron en persuadir a Joe Biden de la necesidad de ordenar el flujo migratorio y de permitir la llegada de trabajadores mexicanos y centroamericanos a través de visas de trabajo y de esta manera apuntalar las relaciones económicas entre ambos países. Cabe subrayar que en cada punto el presidente Andrés Manuel se mantuvo firme, sereno y decidido en conseguir su propósito.
No hubo achicamientos en la “Oficina Oval” como muchos detractores y voceros de la derecha mexicana pregonaron, lo que hubo en el encuentro fue gallardía, inteligencia y arrojo, las fotos difundidas masivamente dan cuenta del aplomo de AMLO al lado del hombre más poderoso del mundo.
Mucho tiene que aprender la oposición de cómo se hace política en el exterior sin dejar trozos de dignidad en el camino, no vale la pena recordar los episodios bochornosos que llegaron a protagonizar personajes como Fox, Calderón o Peña Nieto, este último especialmente vergonzoso.
En el concierto internacional, Andrés Manuel, logró movilizar unos de los recursos simbólicos más valiosos y eficaces para (re)vitalizar a nuestros pueblos latinoamericanos esto es: hacer patente la soberanía nacional como un requisito imprescindible para la colaboración, el respeto mutuo y el trabajo colaborativo entre las naciones, los tiempos que vivimos así lo demandan.
A manera de conclusión: una lección de historia
La alusión que hace AMLO de Martín Luther King y del presidente Franklin D. Roosevelt solo confirma el hecho de que conoce perfectamente dónde anclar el sustento histórico, ideológico y político que le imprime contenido, forma y profundidad al encuentro entre dos países con una larga historia. Rendir honor a estos dos grandes de la historia de Estados Unidos es recordar que el pueblo americano, sus hombres y mujeres, también han luchado por los ideales más nobles de la humanidad fincados en la libertad, la igualdad y la fraternidad como elementos irrenunciables para la convivencia y paz en el mundo.
Nunca ha sido fácil mantener una relación cordial con una súper potencia como los Estados Unidos, pero hoy podemos estar orgullosos de que un mexicano originario de Tabasco lleva en todo momento y a cualquier lugar el precepto de Vicente Guerrero: La Patria es primero.

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