23 de diciembre de 2024

EN LA OPINIÓN DE ...

Pocas veces en la historia, un gobernante se toma la molestia de preguntarle a la gente que lo eligió si está de acuerdo con tal o cual decisión. Y es que la clase política en todo el mundo democrático está acostumbrada a decidir bajo la lógica de que sus acciones son legitimadas al haber sido electas o electos por amplias mayorías –o en algunos casos por márgenes de votación muy cerrados–

También son pocos los países (Estados Unidos–en algunos de sus estados– Taiwán, Etiopía, Liechtenstein, Suiza, Nigeria, Palau, Bolivia, Ecuador y Venezuela. [Ruíz Sánchez, 2021]) que han diseñado los mecanismos necesarios para que su población ejerza sus derechos político-electorales para influir en la toma de decisiones en materia de políticas públicas o para mantener o remover a alguien en un cargo público, sea cual sea.

En nuestro país, el proceso para llevar a cabo el Referéndum Revocatorio ha provocado varias reacciones; de un lado del espectro político, las derechas han puesto en marcha un plan para boicotear la participación de la ciudadanía. Se valen del aparato propagandístico de medios de comunicación antagónicos a la 4T, de asociaciones civiles y de legisladoras y legisladores en congresos estatales y en las cámaras federales. Hasta el INE parece contrario a las leyes que lo estructuran.

Por nuestro lado, los sectores de izquierda, progresistas y democráticos, defendemos e incentivamos la participación política plena en esta consulta a llevarse a cabo el 10 de abril, difundiendo la importancia de acudir a las urnas y detonar la transformación de la cultura política de México.

Todo esto enriquece el ambiente político, pero las acciones de boicot enrarecen y generan lo que considero una duda por demás legítima, que intentaré responder.

–“¿Participar o no participar? Esa es la cuestión…”–

Lo primero que te invito a reflexionar son los siguientes dos puntos:

  • Por un lado, es absolutamente necesario construir las condiciones necesarias para que la gente pueda manifestar su opinión sobre los asuntos públicos, de lo contrario, el sueño de consolidar la democracia en México seguirá pendiente y peligra ante la amenaza de regreso del bloque neoliberal. Esta tarea es responsabilidad de todas y todos.
  • Por otro lado, la participación ha de derivar en la vinculación de las consultas con acciones de gobierno y políticas reales; no todos los días se tiene la oportunidad no sólo de demostrar rechazo, sino de traducir ese rechazo en destituciones, ceses de funciones o hasta vinculaciones a procesos penales.

A partir de lo anterior te preguntaría: ¿Te parece un error que nos pregunten a las y los mexicanos si estamos de acuerdo con que permanezca o sea removido de su cargo el Presidente de la República? Considero que a nadie nos hace daño que se nos tome en cuenta, preguntando nuestra opinión. ¡Todo lo contrario! Esto es simple y llanamente una acción transformadora.

Como segundo elemento a considerar, es importante tomar en cuenta que al tratarse del primer ejercicio de esta naturaleza, hay algunos elementos cuestionables y perfectibles. Pero de eso se trata cuando se da el primer paso de una larga marcha; sólo a partir de la experiencia, se puede evaluar el pasado para construir el presente y el futuro.

En este sentido, si no se participa, será muy difícil corregir errores como por ejemplo, el porcentaje necesario del padrón electoral para hacer vinculante el resultado del proceso, que ahora se sitúa en el 40%, o bien, la pésima difusión que el INE hace, extralimitando la participación de gobernadoras y gobernadores, diputadas, diputados, alcaldes, alcaldesas que dimanan de MORENA o de cualquier fuerza política que reivindique el proceso.

Pero insisto, si no nos involucramos, difícilmente una opinión trascenderá más allá de los prejuicios. Por ello, participar implicará que el diseño de los procesos futuros sea más adecuado al contexto social y político. No olvidemos entonces, que el proceso debe ajustarse a la sociedad que va a hacerlo suyo, y no al revés.

También reconozco que la inacción es en política, otra forma de participar, no obstante, si nos asumimos demócratas– independientemente de nuestras posturas en el espectro político– y más aún, si nos definimos como progresistas o como personas de izquierda, es congruente y correcto defender e impulsar la participación; sería una contradicción hasta biológica no hacerlo así.

Para cerrar esta última idea, si queremos un referéndum a la altura de lo que consideramos correcto, hay que involucrarnos, hay que organizarnos y trabajar, sin prejuicios y con conciencia de que, si queremos un país nuevo, justo y para todas y todos, tenemos la responsabilidad de construirlo.

En conclusión, podemos estar o no de acuerdo con las formas, pero no podemos negar la importancia histórica y política que tiene este ejercicio. El referéndum revocatorio es la oportunidad de experimentar una nueva vida pública, una nueva forma de ser parte de la toma de decisiones trascendentales para México, cerrándole el paso a la sordera de la política neoliberal. En este mismo sentido, la participación de todas y todos incentiva un sentido de comunidad, de colectividad para acabar con ese pensamiento individualista recalcitrante que tanto daño ha causado a quienes menos tienen.

Por eso, por el bien de todas y todos, hay que participar, sin dudarlo y sin importar nuestra postura política. Si somos demócratas, seámoslo hasta sus últimas consecuencias.

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