23 de diciembre de 2024

EN LA OPINIÓN DE ...

El pasado 5 de junio la coalición Juntos Haremos Historia se consolidó como la principal fuerza política en el país, pues de las seis gubernaturas que estuvieron en juego obtuvo cuatro, sumando una fuerza territorial de 22 estados a lo largo y ancho del país en apenas pocos años de haber salido a la escena nacional.

En la pasada elección fueron convocados 11 millones 700 mil ciudadanos para elegir mandatarios en Aguascalientes, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo, Tamaulipas, y en el caso concreto de Durango, además del estado, se renovaron presidencias municipales, sindicaturas y regidurías.

El balance de la jornada revela que la reconfugración del mapa político-electoral no solo establece una nueva correlación de fuerzas a favor del proyecto de la Cuarta Transformación, sino que los partidos opositores perdieron territorios clave y, junto con ello, un número significativo de electores y de población gobernada.

Por ejemplo, en el 2017 el Partido Acción Nacional (PAN) gobernaba bajo sus siglas once entidades de la República lo que representaba 39 millones 512 mil 42 ciudadanos. Para el 2022 solo se quedó con cinco estados lo que se traduce en 16 millones 23 mil 775 gobernados.

Por su parte el Partido Revolucionario Institucional (PRI), quien sufriría el mayor desplome en toda su historia, pasó de encabezar catorce estados en el 2017, es decir, casi la mitad del territorio nacional a sólo tener presencia en tres entidades, lo que implica que perdió la posibilidad de ser gobierno para 54 millones 982 mil 819 mexicanos. Hoy la población a su cargo es apenas de 21 millones 971 mil 829 personas.

Visto en perspectiva morena y aliados, Partido del Trabajo y Verde Ecologista de México, actualmente gobiernan 22 estados que, en términos poblacionales, significa 73 millones 885 mil 817 connacionales, esto es más de la mitad de la población y del territorio nacional. En otras palabras ni todos los partidos opositores juntos superan la fuerza territorial, política y social que hoy en día tiene el movimiento de regeneración nacional.

Al respecto, existen diferentes reflexiones que se pueden derivar de la pasada jornada electoral, de hecho, tanto analistas políticos como académicos coinciden en el hecho de que el gran vencedor de la contienda fue la coalición Junto Haremos Historia al sumar cuatro gubernaturas a las ya ganadas en años anteriores.

Por otro lado, los claros perdedores fueron los aliancistas “Va por México” que aglutinan al PAN, PRI y PRD, siendo el partido tricolor el que en un lapso muy breve de tiempo perdió 10 entidades federativas, una cantidad importante de municipios, regidurías y congresos locales. Los resultados que obtuvieron después del 5 de junio su fuerza y base electoral quedaron completamente mermamadas, experimentando una debacle sin precedentes. No obstante, se pueden profundizar aún más su crisis, pues 2022 y 2023 constituyen la tormenta perfecta para que el partido que fuera hegemónico por más de 70 años el país pierda sus dos últimos bastiones, esto es, Coahuila y el Estado de México, de hecho, de confirmarse las tendencias y sondeos preliminares existen una alta probabilidad de que esto ocurra. Tan solo con Edomex perderían, en términos electorales, la posibilidad de llegar a 12 millones 260 mil 567 personas que son las que tienen derecho a votar, y con un reciente incremento de 266 mil 585 nuevos votantes que cumplieron la mayoría de edad en este año. Se trata de la lista nominal más grande de todo el país, seguida de la Ciudad de México, y que en elecciones presidenciales alcanzan porcentajes importantes de participación.

Otro aspecto del análisis indican que la alianza opositora evidenció que no constituye un factor de triunfo ni mucho menos la garantía para retener o buscar nuevas posiciones, por el contrario, se desploma su narrativa de que unidos son una fuerza electoral invencible. Los resultados finales los obliga a mantenerse en alianza (aún en contra de su voluntad) con el único objetivo de no desaparecer y, por su puesto con las consecuencias que implica para sus bases el no encontrar en su oferta un proyecto político claro ni una alternativa real de gobierno. A pesar de ello, parece que el costo político de mantener su alianza puede ser igual o mayor que el de salir de manera independiente en las próximas elecciones. Ya se verá que decisión toman sus dirigencias.

Mientras tanto Movimiento Ciudadano ha dejado claro que su permanencia depende en buena medida de mantener cierta distancia de la alianza, pues su mala reputación y resultados también les podría acarrear desprestigio y poner en duda la imagen de partido “ciudadano” que han tratado construir a lo largo de los años. Se ve poco probable que se sumen a los esqueletos del PRI y el PRD, que por cierto en los últimos comicios han perdido su registro en diversas entidades; sobreviviendo prácticamente de manera artificial, gracias al poco óxigeno que se sumnistran mutuamente.

La evidencia es clara, el partido-movimiento que fundó el presidente Andrés Manuel López Obrador avanza con paso firme, sin embargo, sería un grave error caer en trinfualimos o exceso de confianza, pues para ganar más estados, refrendar la presidencia de la República, la capital del país y retomar el rumbo en las alcaldías perdidas es necesario atender a las señales. El viento que corre a favor de la transformación propicia condiciones inmejorables para profundizar los cambios.

La estrategia ganadora se llama territorio, cercanía con la gente, capacidad de escucha, empatía, trabajo permanente, consistente y sin descanso con la ciudadanía; se requiere recorrer una y otra vez las calles, comunidades y pueblos en donde la sociedad está ávida de mantener contacto con algún representante o militante del movimiento que liderea el obradorismo. No existen recetas mágicas, la única fórmula se llama trabajo a ras de piso. El camino que cimentó el originario de Macuspana Tabasco es la ruta a seguir para futuras victorias, vale la pena no perderlo de vista.

Si todos los esfuerzos se cananalizan hacia este propósito, y si se trabaja en unidad, sin sectarismos y con altura de miras, la locomotora que representa AMLO será prácticamente imparable el próximo 2023 y 2024. Con un pueblo organizado la derecha no tiene posibilidad alguna de triunfo, esa es la gran lección que nos dejaron los pasados comicios.

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