En las últimas semanas el Partido Revolucionario Institucional (PRI) comenzó a ser sacudido. Alejandro Moreno Cárdenas, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, fue expuesto mediante llamadas telefónicas grabadas –sin el conocimiento de este– y publicadas por la gobernadora de Campeche, Laida Sansores. Filtraciones con conversaciones que aluden a acuerdos “en lo oscurito”, tráfico de influencias y polémicas declaraciones fueron duros golpes a su ya polémica figura.
La elección del pasado domingo 5 de junio, fue un fracaso estrepitoso para el partido más longevo de México, y para la alianza que sostiene con el PAN y el PRD. 6 estados (Aguascalientes, Durango, Hidalgo, Oaxaca, Tamaulipas y Quintana-Roo) tuvieron elecciones para gobernaturas. De las 6 gobernaturas disputadas, “Va por México” sólo logró mantener de su lado 2 entidades (Aguascalientes y Durango). Mientras tanto, MORENA ganó 4 gobernaturas (Hidalgo, Oaxaca, Tamaulipas y Quintana-Roo), sumando un total de 22 entidades afines al proyecto de la 4T.
Hoy nos centraremos en 2 entidades que representan el que considero, el golpe más fuerte que ha recibido el PRI en los últimos 10 años, situación que parece autosabotaje involuntario. Oaxaca e Hidalgo se pintaron de guinda.
Hidalgo y Oaxaca fueron hasta el domingo pasado, dos entidades caracterizadas por ser bastiones del PRI[1]. Hidalgo no había conocido gobierno distinto al del Revolucionario Institucional en los últimos 71 años. Por su parte, Oaxaca estuvo bajo el mando priísta durante 75 años. En este sentido, el arraigo del partido y por ende de sus prácticas políticas, ideario y ética tanto para obtener puestos de representación, como para ejercer el poder político es innegable y fácil de reconocer: autoritarismo, corrupción, nepotismo, tráfico de influencias, opacidad, clientelismo, etc.
El triunfo de MORENA en estas dos entidades en particular puede explicarse de dos maneras, que a continuación expondré.
El apoyo involuntario a la 4T por parte del líder del PRI
Alejandro “Alito” Moreno, en su calidad de presidente nacional del PRI desde el 18 de agosto de 2019, ha logrado lo que nadie en la historia política contemporánea de nuestro país: casi perder el registro como partido político nacional. Cuando asumió la presidencia del CEN, su instituto político gobernaba en Campeche, Coahuila, Colima, Estado de México, Hidalgo, Oaxaca, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas. Tras la elección intermedia de 2021, el PRI perdió 7 entidades: Campeche –del que fuera gobernador el mismo “Alito” de 2015 a 2019– Colima, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas.
La pérdida de 7 gobernaturas –y por ende de electores, simpatizantes y militantes– no fue sino el principio de una debacle en el Revolucionario Institucional. Como menciono al principio, las filtraciones de llamadas telefónicas donde presuntamente se escucha la voz de Moreno, filtradas por Layda Sansores, sin duda alguna, representaron un duro golpe mediático contra el partido tricolor, y en consecuencia para sus candidatas y candidatos en las 6 gobernaturas, así como en cada puesto de representación que fue sometido a votación. A partir del escándalo, Moreno no ha sido capaz de aglutinar a las bases de apoyo priístas, y se acusa entre la militancia que es autoritario, sectario y de y carente de pericia para manejar la crisis. No ha dado señales de poder aglutinar a sus apoyos estratégicos, y cada vez hay más voces al interior del PRI pidiendo su renuncia y ya en franca confrontación a su lastimado liderazgo. Un ejemplo de ello, Miguel Ángel Osorio Chong, senador por Hidalgo.
Vale la pena preguntarse: más allá de la estadística electoral, las proyecciones derivadas y las interpretaciones de datos o de comportamientos políticos, ¿estamos ante la muerte del PRI si se queda sin gobernaturas y no se resuelve la profunda crisis que atraviesa el partido más antiguo de México?
La crisis que vive el PRI no es el único factor que garantizó la victoria de MORENA en dos de los hasta ahora considerados bastiones más importantes a su disposición. El trabajo que el presidente de la República ha realizado, ha contribuido a la derrota política que carga sobre sus hombros “Alito” Moreno.
El trabajo de AMLO: acciones para convencer
La atención especial que sostiene AMLO con Oaxaca, que claramente vemos en el desarrollo del Corredor Interoceánico –que también beneficiará a Veracruz, otro bastión que perdió el PRI– o la inversión histórica en el desarrollo de la infraestructura de comunicación terrestre en comunidades antes aisladas, o el apoyo del Programa Nacional de Reconstrucción para los municipios afectados por el terremoto del 7 de septiembre de 2017, generaron la reactivación de una sólida base de apoyo obradorista, que se volcó a votar por el proyecto de MORENA acrecentando su militancia, y capitalizándola.
El caso de Hidalgo es similar. Una atención personalizada para atender tragedias como las de la explosión del oleoducto en Tlahuelilpan, el 18 de enero de 2019; el apoyo mediante las fuerzas armadas y ahora la Guardia Nacional en el combate al huachicoleo, o el desbordamiento del río Tula en septiembre de 2021, o la conexión de la entidad a la zona conurbada del Valle de México, mediante el Aeropuerto Felipe Ángeles, ganaron la intención del voto de las y los hidalguenses de forma contundente, gracias a las redes de militantes y simpatizantes obradoristas y morenistas.
También los acuerdos políticos de colaboración entre los gobiernos de Alejandro Murat y Omar Fayad y el gobierno federal, generaron un mensaje claro: sumarse a las políticas sociales y proyectos de infraestructura del gobierno federal, así como a su política en seguridad, salud, educación y coordinación en desastres, garantizan el beneficio de las grandes mayorías, sin deuda, con responsabilidad y resultados tangibles. Se muestra una marcada diferencia frente a las políticas neoliberales que hoy guían al PRI y a los otros partidos de “Va por México” y el proyecto social de la 4ª Transformación. Asimismo, la oposición no cuenta con un programa de política social, ni un proyecto político más allá de las ambiciones personales de Alejandro Moreno, o de Marko Cortés, líder nacional del PAN.
El próximo año, Coahuila y el Estado de México celebrarán sus comicios para la gobernatura. Y para cómo van las cosas en el PRI, todo parece estar alineado para que el PRI pierda por completo su injerencia en la Administración Pública Estatal. Ya comienzan los atisbos de lo que parece la estocada final para un partido con casi 100 años de historia; la pérdida de su registro como partido político a nivel nacional.
Sin embargo, es también un hecho que el PRI tiene un legado que tomará tiempo desterrar. Sus formas, prácticas, su escuela, retórica y métodos de operación política son parte del sistema político mexicano. Hablamos pues, de un rasgo de nuestra cultura política, y en tanto dichas prácticas no sean suprimidas en su totalidad, el PRI seguirá vigente como una forma más de entender la política, lo que en la jerga de la Ciencia Política mexicana conocemos como el Ethos Priísta.
[1] Me refiero exclusivamente a la reconstitución del Partido de la Revolución Mexicana (PRM), que derivó en el cambio de nombre al Partido Revolucionario Institucional, en 1946.