23 de diciembre de 2024

EN LA OPINIÓN DE ...

Siempre que llevo a alguien nuevo a la lucha libre, comienzo por la primer lección: explicar que hay un bando rudo y un bando técnico. Los técnicos, generalmente son luchadores pulcros, que usan indumentaria de colores claros, sus máscaras representan personajes benignos, suelen respetar las reglas y conectar con los niños. Por otro lado, los rudos siempre son antagonistas; desobedecen las reglas del cuadrilátero, asustan a los niños, sus personajes son demonios, monstruos, y sus máscaras oscuras siempre tienen cuernos, colmillos y estereotipos divertidos pero terroríficos. Los primeros se representan muy bien con la figura de El Santo, mientras que los segundos son del tipo Blue Demon.

Esta lección fue la primera que aprendí cuando, en los noventa, conocí la lucha libre y me hice rudo gracias a La Parka. Por esa época también se dieron las elecciones presidenciales de 1994. Mi papá se encargó de llevarme a las amarillas concentraciones y fue la primera vez que taché una boleta presidencial, con una rupestre “equis” sobre el sol del PRD y en favor de Cuauhtémoc Cárdenas.

Entonces, el PRI era un total antagónico para nosotros. Los tricolores “los otros”, los que mataron jóvenes en Tlatelolco, los que hicieron fraude en el 88, los culpables de Acteal. ¿Quién me iba a decir que, en 2012, un priista como Peña Nieto lograría unir a los tres bandos antagónicos en un experimento fallido como el Pacto por México? Tan solo ver los tres logotipos juntos, daba cierto cringe.

La fórmula PRIANRD se fue incrustando en nuestra cultura democrática, a tal grado de normalizarse. Pasó de ser una caricatura, una incongruencia o un oxímoron, a una realidad. Pasamos de largo las intensas luchas entre dirigentes; los inmensos debates que dieron origen justamente a las antípodas. ¡Al carajo los estatutos, la historia de represión!

Históricamente los públicos rudos y técnicos fueron muy claros al decantarse por uno u otro equipo. En la Arena México, el bando técnico tenía su zona específica: bien iluminados frente al cuadrilátero, mientras que la porra ruda, siempre se posicionaba al fondo, en un rincón oscuro.

Nuestra lucha libre contemporánea, ha cambiado las reglas. Las viejas fronteras parecen estorbar a los personajes modernos. Los nuevos rudos persiguen el beneplácito del público, los técnicos despliegan artimañas sucias y se puede escuchar que algún luchador es “el rudo más técnico”. En la lucha libre es comprensible pues el argumento de adaptación a la sociedad mexicana, mejora la narrativa de esto que Monsiváis llamaba “la violencia estética”, pero en la política no existe estética alguna. Estas acciones, antiéticas, hacen que la política (y la lucha libre) pierdan credibilidad.

Lo cierto es que nuestro proyecto de izquierda de la Cuarta Transformación ha apostado por un pragmatismo electoral en el que nunca estuve de acuerdo. ¿Cómo convive un proyecto juarista con uno cristiano-evangélico, como el Partido Nueva Alianza? Ni el argumento de la diversidad de creencia justifica que sus líderes religiosos se incrusten en un partido progresista.

En 2017 denunciamos el desastre ambiental que desató el Partido Verde en Chiapas. De la mano de los chiapanecos Fidel Kalax, Emiliano Villatoro, Samuel Torres, comandados por el entonces diputado federal, Guillermo Santiago Rodríguez, recorrimos todo el estado para denunciar la corrupción de Manuel Velasco Coello. Ese orgulloso trabajo quedó para la memoria en el documental “La gran robadera”. Está claro que esa labor tan valiente de los compas fue la que nos llevó a ganarnos un lugar en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, donde hoy todavía Kalax y Guillermo son directivos. Sin embargo, en las elecciones de 2019 nuestro movimiento se alió al Partido Verde. ¿Cómo se sostiene una narrativa de esa naturaleza?, ¿cómo se vuelve a pedir el voto en las casas que tocamos en 2017? Imposible.

El análisis crudo de los votos que sumaron los partidos rémora a Morena en los triunfos de las recientes elecciones, abre el debate si la militancia debe aceptar que rudos y técnicos convivamos en la misma esquina. Entiendo la coyuntura electoral, la correlación de fuerzas, pero no se trata de ganar a cualquier costo. Si los partidos satélite van a aliarse a Morena, debemos obligarlos a trabajar como lo ha hecho el obradorismo, a respetar los valores que dieron fuerza a este movimiento y sobretodo, conducirse en estricto apego a los estatutos.

Si la oposición está en la lona, es porque el cambio de bando le quitó credibilidad. Si el PRI está reducido a una triste historia de dinosaurios, en parte fue por las malas decisiones de aliarse a sus enemigos. Si el PRD, que alzó una bandera amarilla y progresista, hoy está por perder registro, es porque se traicionó echando a la borda sus principios. Morena es dominador del pancracio y está en un momento clave de su historia, no tiene necesidad de subirse a los hombros de luchadores enanos para escuchar la tercera palmada contra la oposición. Los enanos son peligrosos, pregúntenle a Gulliver.

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