23 de diciembre de 2024

EN LA OPINIÓN DE ...

JESÚS DIJO «SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS Y QUIÉN ES EL QUE TE DICE: «DAME DE BEBER», TÚ MISMA SE LO HUBIERAS PEDIDO, Y ÉL TE HABRÍA DADO AGUA VIVA. JUAN 4,10

El agua nos acompaña desde nuestro nacimiento, nos sostiene en la vida y nos cura en la enfermedad, para los cristianos, el agua es un elemento que comunica no sólo la vida ordinaria sino la presencia de Dios y la gracia divina.

Lamentablemente, en las últimas décadas se ha producido un aumento continuo de las temperaturas en la mayor parte del mundo, y los cambios en los patrones de evaporación y precipitación del ciclo del agua han aumentado la frecuencia de los fenómenos climáticos extremos, como las sequías y las inundaciones, México ha sido testigo de ello.

La escasez de agua se está convirtiendo cada vez más en una fuente de graves conflictos, esto debido a las alteraciones producidas por el cambio climático, pero también por causas antropogénicas que han puesto en evidencia el despilfarro de este vital líquido y la mediocridad de nuestras estrategias de gestión del agua. Hago un llamado urgente al uso prudente y a la preservación de este precioso elemento, es nuestro deber garantizar que todo el mundo tenga acceso a este regalo de Dios. Sin agua no hay vida.

Compartimos el milagro del agua con todos los que habitamos esta casa común. Es nuestra responsabilidad proporcionar agua sostenible, limpia y segura tanto en el presente como en el futuro. Es nuestra deuda con el mundo y con las generaciones futuras. Si algo hemos aprendido de la crisis mundial de la COVID-19 es que no podemos resolver la destrucción de nuestro planeta ni el agotamiento de sus recursos naturales sin ayuda, todo esta interconectado, debemos actuar en colaboración para mantener el recurso crítico y el patrimonio común del agua.

Recientemente en Nuevo León hemos podido experimentar la falta de empatía y solidaridad de los estados vecinos para compartir este bien común que escasea en la región, pareciera que hemos olvidado el valor de la solidaridad y del amor al prójimo, pero no perdemos la esperanza en recibir el regalo del agua. La esperanza significa reconocer que hay un poder que trasciende nuestras limitaciones y una gracia que cumple nuestras intenciones. “Es por la fe que entendemos que el mundo fue creado por la palabra de Dios” (hebreos 11:3). La fe proporciona la esperanza de que este mundo es más grande que cualquiera de nosotros, que este mundo tiene más que agua suficiente para todos nosotros, y que este mundo nos pertenece a todos como un precioso regalo de Dios.

Debemos volver a comprender que el agua es sagrada, un regalo de Dios que debe ser custodiado. Hemos reducido el agua a una mercancía, acostumbrados a que solo con abrir la llave tenemos acceso. Si Dios ha puesto el cuidado de este planeta en nuestras manos, entonces debemos ir más allá de la oración y tomar acciones para salvaguardar este precioso regalo.

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