¿Y ahora?… de qué escribo. Por Christian Ramírez Carrillo.
Hablemos de un Chilango particular, al que en 2016, el FotoMuseo Cuatro Caminos realizó una expo retrospectiva y uno de los referentes del fotoperiodismo mexicano, Enrique Metinides. La exposición fue compuesta por sus obras más publicadas, cumplía 83 años y más de 50 de carrera. Ahí lo encontré, porque esta también es la historia de una foto, un retrato del que hablé poco, porque atesoraré ese encuentro siempre, por supuesto que había estudiado su trabajo, pero estar frente a él me imponía y mucho, hasta que me dijo hola. Le saludé y comenzamos a platicar de foto, de sus fotos, me dijo que estaba ahí porque lo iban a grabar en unas entrevistas, pero aun tenía tiempo y se ofreció muy amablemente a darme un recorrido por la exposición y resolver algunas de mis dudas. Nunca olvidaré ese momento, su trato amable y cálido.
Estábamos frente a una ambulancia de la Cruz Roja Mexicana, me platicó cómo a los 15 años, se convirtió en el primer fotorreportero permanente a bordo de una ambulancia, “Era un chavito”, pero que fue el azar y no la vocación, que él no había querido ser fotógrafo, a él lo encontró la cámara y lo hizo suyo; en esa camioneta blanca primero no lo dejaban subir, pero se hizo amigo de médicos y enfermeros, con los cuales hizo hasta códigos para emergencias, que hasta la fecha siguen usando. “Esta fue la ambulancia en la que andaba, es la misma, me la prestaron para esta exposición, todavía me llevo bien con la gente de la Cruz Roja”, añadió mientras me decía: “una vez casi pierdo el ojo, imagínate perder el ojo, ahí tienes una buena foto, pero quiero que la foto diga, siempre fíjate bien, porque luego siempre toman la foto del fotógrafo con su cámara y de ésas tengo muchas”.
Hablamos de la Ciudad de cómo siempre pasaba algo en la Ciudad de México. “No había día sin accidente o algo pasaba”, me habló de cómo su familia odiaba su trabajo, pero “es como una adrenalina especial, una cosa que sólo entiende quien hace foto, estar en el momento, pero no presentar sólo sangre, hay que encontrarle el ángulo, lo que le llaman nota roja, no tiene que ser grotesco, puede mostrarse algo sin sangre y no nada más cumplir”. Compartí con Enrique Metinides nuestro amor por la Ciudad de México y cómo ha cambiado con los años “yo vi y viví en una Ciudad que ya no existe y ahora les toca a ustedes, contar la historia y tomar la foto, cuando quieras ve al estudio y te muestro cosas, uno tiene que adaptarse y ando haciendo mi archivo digital, porque mucho todavía lo tengo en rollos”
Hablamos de sus inicios y le tomé otra foto con su primera cámara con la que comenzó a “jugar” a los 9 años, me habló que conoció con ella a Antonio Velásquez, del periódico La Prensa, que vio a aquel niño de 11 años con su cámara en mano y tomando fotos de un accidente, Antonio le preguntó, qué haces tomando fotos aquí: “yo le respondí que eran para mi colección y así comencé”, porque “la foto me encontró”.
Podía hacerte la lista de cuántas veces fue al hospital, se cayó, se salvó del incendio o la tempestad. “Pero había que hacer la foto, siempre salía para tomar la foto y hasta después me llevaban para el hospital con los otros heridos”. Le pregunté cuáles fueron las fotos que más recuerda y me dijo: “en el 68, allá en Tlatelolco, tomé muchas fotos, de la marcha y la matanza, no podía creer lo que veía, tenía que usar la cámara, pero llegaron unos militares y me quitaron todo, cámara y rollos. Ésas fotos nunca nadie las verá, sólo las tengo aquí” tocándose la cabeza. Qué buena memoria tenía, podía contarte detalles de cada una de las fotos expuestas, hablamos del documental que le estaban haciendo y de cómo la gente se espantaba con su trabajo.
Su lente capturó una parte de la vida, maestro del género de la “nota roja”, de la realidad y la tragedia, momentos que para muchos son difíciles de ver. Este martes 10 de mayo, murió, Enrique Metinides, “El Niño” que vio demasiado. Recordaré siempre aquel momento, mezcla de casualidad y un poco de suerte, que se convirtió en la historia de una foto.