22 de diciembre de 2024

EN LA OPINIÓN DE ...

Para Luis

Entre Bogotá y Macondo, hay algunos kilómetros y aunque no se sabe el lugar exacto, cuentan que el monstruo del Lago Tota se transportó por unos túneles subterráneos hasta la Laguna de Guatavita, éstos mismos túneles se interconectaban entre las montañas y andaban por no sé qué parte del subsuelo partiendo hasta la mismísima piedra caliza. 

El Monstruo había cambiado de casa, más por necesidad que por cuenta propia y como todo animal mítico, decidió refugiarse del asedio de curiosos y sobretodo, cazadores. 

No era que el Monstruo quisiera cambiar de hábitat, los peces eran más ricos en Tota, pero le gustaba más el sabor de los Arqueólogos que exploran Guatavita en busca del Dorado, incluso recuerda el día en que apareció la famosa Balsa Muisca que se exhibe hoy en el Museo del Oro. 

El grupo de arqueólogos no se percató de su presencia por una razón sencilla, sabía muy bien cómo esconderse, casi nunca salía en los radares y se había hecho experto en proteger la entrada a sus cuevas y pasadizos, pero estaba más bien enojado porque le estaban quitando su tesoro, el Monstruo ha tenido que vivir muchas pérdidas, todas en soledad, así que un día de verano, en la que la luz de la luna entraba por el Lago e iluminaba algunas piezas doradas todavía sin descubrir; tomó la decisión de cambiar de casa otra vez, tal vez si seguía los túneles, podría llegar al mar, que sólo había visto de lejos aquella vez, que por miedo, no quiso sumergirse, pero esta vez no se quedaría viendo su inmensidad y sintiendo miedo, esta vez lo vencería. 

Pero tenía que esperar el momento perfecto, debía planearlo bien y sobre todo, tenía que alimentarse para aguantar el viaje, porque era toda una peregrinación, y casi como si los dioses le presentaran una salida, sobre su cuerpo sintió la sombra de una pequeña embarcación y se dijo a sí mismo que podría ser un buen bocadillo, era momento de comenzar su dieta alta en carbohidratos. 

Se acercó a la barca, poco a poco, para no dejar rastro, en espera del lugar perfecto, ni muy al centro y más hacia el lado derecho. En la barca se encontraba Luis, un arqueólogo del ICANH, que exploraba sin permiso Guatavita, estaba convencido que encontraría algún pieza, regresaría con su descubrimiento y podría tener una investigación más importante; no era que estuviera loco, también tenía necesidad, había cambiado de casa 8 veces en 4 años al igual que el Monstruo, no porque haya querido, sino porque la vida lo había querido así; si encontraba alguna pieza, podría pedir una beca y salir del país, cambiar de aires y un día, no tener que preocuparse. 

Se puso el traje de buzo, amarró la cuerda metálica a su cintura, se puso las aletas, activó la linterna del casco, tomó otra en la mano junto a algunas herramientas y se aventó al agua. El Monstruo se escondió un poco, esperando el momento en que fuera más fácil comerse a su cena, aunque no le gustaba el sabor de ésas pieles de colores, le gustaban más cuando no tenía que limpiarlos con los dientes. 

10 metros, 20 metros… no llegaría al fondo… la decisión había sido un error, fue un ataque de bravura, debía pensarlo mejor, 40 metros, comenzó a sentir presión… debía regresar. 

El Monstruo no era muy afecto en jugar con su comida, era más de darles bocado y que su cuerpo hiciera el resto y aunque podía pasar años sin comer a alguien, cuando lo hacía lo disfrutaba mucho. Aunque también tenía sus propias reglas. 

Mis cálculos no son correctos, seré uno más que intenta buscar el Dorado y muere intentándolo, mejor regreso, lo haré de otra forma. En las inmersiones la presión externa del agua comprime los pulmones y por ende el aire en su interior. El aire se compone aproximadamente de un 21% de oxígeno y un 78% de nitrógeno lo que da como resultado que el oxígeno, que es el que mayormente necesitamos para los procesos metabólicos de nuestras células, a cierta presión se vuelve tóxico. No lo lograría, pero ya llevaba 70 metros. En el buceo libre, el récord mundial era de 128 metros y 101 sin aletas, la esperanza o él mismo morirían al último. 

Le observaba, pero también sentía curiosidad y quería ver hasta dónde llegaba, apostó consigo mismo si sería capaz de encontrar la entrada al Dorado. A los 90 metros, la presión era insostenible, su traje no aguantaría y no parecía tener fin. El Monstruo decidió que si ya iba a morir, podría acercarle un poco de oro para que al menos, muriera con la ilusión de haber conseguido algo. Comenzaría el regreso, de pronto, un destello unos metros abajo se acercaba. Dos figuritas para que brillaran, sería la carnada perfecta. 

Aunque sintió que las traían de abajo, pensó que era la inercia de su descenso, las piezas que necesitaba, estaban ahí, acercándose poco a poco. Pero nuestro Monstruo era un monstruo decente, así como no jugaba con su comida, también se había puesto como regla, no divertirse tanto al cazar, porque tenía que tener respeto por los ingredientes de su dieta, lanzó con el impulso del agua que salió de su boca, casi como si fuera un beso y las piezas llegaron a las manos de Luis, que las tomó y abrazó como si fuera un regalo. 

Los Muiscas creían que sus Dioses vivían en Guatavita, incluso les ofrecían el oro y las ofrendas porque decían sentir su presencia. No sabremos nunca si fue la luna, el momento del año, la noche, el Monstruo ó Luis, pero la puerta del Dorado se abrió, dejando pasar una luz dorada segadora. 

Nuestro protagonistas pensaron que, por un lado, estaba muerto y era la entrada al más allá, mientras que nuestro Monstruo, pensó que había despertado el Dios Sué que tenía siglos sin aparecer, ahora sí tendría que cambiar de casa. 

Tiró el seguro de la cuerda y esperando que el impulso lo llevara hacia arriba, era momento de huir. La luz desapareció, sería aquella luz la misma de la leyenda. Nuestro Monstruo estaba preocupado, ya le habían arruinado la cena, pero tal vez era la señal para no dejar que el oro saliera de la Laguna o dejar que se fuera, miró y ya estaba muy arriba, si nadaba rápido, un bocado y listo. 

Una de las piezas parecía como una mariposa y la otra era una pieza parecida a un poporo. Lo había conseguido, tendría la beca y tendría una buena historia que contar, le pagaría una investigación para encontrar más piezas, regresó su vista al fondo y pudo ver unos ojos amarillos acercándose. 

Sí, unos metros más, un bocado y tendría su cena, pero… ya había llegado al límite que se permitía para cazar algo, porque si lograban verlo, volvería a cazarlo y aunque ya había decidido cambiar de casa, quería hacerlo bien. 

Los ojos se quedaron estáticos, estaba a unos metros de la barca, ya podía verla, subió a la barca rápidamente y observó los objetos, mientras buscaba una toalla para secarse un poco, los guardó, tomó el remo y comenzó el viaje de regreso a la orilla. 

Nuestro Monstruo pensó que tal vez después de tantos años, había perdido el toque para la cacería, pero quería creer que más bien era un Monstruo congruente, seguía sus reglas y tenía su viaje planeado, podía irse al mar.

De la barca comenzaron a salir unas mariposas amarillas, luminosas y que salían por uno de los cierres de la mochila donde había metido los objetos, que al abrir por completo no dejaban de salir, tomó una pieza y de sus manos salían más y más. Paró el motor. 

Por qué había parado, tendría ganas de zambullirse otra vez, sería el momento perfecto para saciar su hambre y emprender el viaje. En todos sus años de experiencia y aunque sabía que existían objetos mágicos, Luis no había estudiado la existencia verdadera de alguno, no sólo ganaría la beca, se volvería rico y como nuestro Monstruo, también tenía principios, tomó a las mariposas como una señal, esa pieza debía regresar al fondo de la Laguna, tenía otra pieza y podría ganar la beca con esta. 

Luis ató la mariposa a la cuerda y como si fuera caña de pescar, decidió observar cómo la pieza se perdía en la laguna, mientras las mariposas aparecían debajo de él y volaban en una línea en todas direcciones, debajo, la ballena observó aquellos peces luminosos y cual cardumen, les dio un bocado, tenían buen sabor. Cuando dejaron de salir del lago, el arqueólogo regresó a tierra firme. 

Las mariposas desde entonces, salían dos veces a la semana por aquella pequeña pieza, el Monstruo supo que era un regalo del dios Sué, para que no dejara Guatavita y tuviera siempre, algo que comer incluso hoy, si estás en el momento adecuado, podrás observar a algunas mariposas amarillas salir de la Laguna, señal de que nuestro Monstruo, sigue ahí. 

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