23 de diciembre de 2024

Fura dels Baus muestra una nueva ópera para el siglo XXI: Pacto con el diablo, Covid y ecología

El director catalán Carlus Padrissa, fundador del mítico grupo de teatro de vanguardia, habla sobre su original puesta de “El cazador furtivo”, presentada en Berlín dos siglos después de su estreno. Este domingo podrá verse por la señal Film&Arts

“Siempre digo que uno tiene que pactar con su propio diablo, porque si no lo haces eres un infeliz”. En una sola frase, el cofundador de La Fura dels Baus Carlus Padrissa sintetiza buena parte del sentido que encierra su versión de la ópera El cazador furtivo. Fue puesta en escena en la antigua Schauspielhaus, hoy Konzerthaus de Berlín, en 2021 como un homenaje a su compositor, Carl Maria von Weber y se podrá ver este domingo 31 de julio, a las 17:30 (hora argentina), por la señal de cable Film&Arts.

Desde su llegada al mundo de la ópera en 1996, con La Atlántida -una cantata escénica de Manuel de Falla cuya realización condujo en colaboración con Álex Ollé y el artista plástico Jaume Piensa– el director catalán lleva estrenados más de 40 títulos que llevan el sello de una revolucionaria compañía de teatro que en 1979 irrumpió en la escena, con una propuesta transgresora y provocativa que mantiene como una de sus marcas de identidad.

Un respaldo que inclinó la balanza a su favor en 2019, cuando las autoridades de la prestigiosa sala de conciertos alemana decidieron celebrar a lo grande los 200 años de su inauguración, con la misma obra con la que abrió sus puertas. Sin embargo, la pandemia cambió los planes de Padrissa, quien había imaginado una puesta que integraba al público con los artistas, al mismo tiempo que se coló una reinterpretación “ecologista” del argumento.

Cambio de planes, una plaza emblemática y el encanto del romanticismo

“Fue una pena. Esto había que hacerlo en la fecha prevista, ya que coincidía con el aniversario de la obra, estrenada en ese mismo lugar, a la misma hora y dirigida por el propio Carl Weber. Pero tuvimos la mala suerte que 200 años después, por el COVID, no era posible hacerlo en un espacio cerrado con público. De modo que la gente estuvo fuera, en una plaza muy bonita, viendo la transmisión en directo”, cuenta Padrissa desde su apartamento en El Masnou, hacia el norte de Barcelona.

El Gemäldegalerie, predio en el que estaba emplazado el histórico Teatro Real berlinés, tiene para el director una particularidad que resalta. Invoca la guerra de los Treinta Años, una de las más sangrientas de la historia de Europa, que si bien en un comienzo enfrentó a estados partidarios de la reforma y la contrarreforma dentro del propio Sacro Imperio Romano Germánico, culminó como una lucha por la hegemonía europea entre grandes potencias.

“Después de tantos años de guerra, lograron la paz e hicieron la plaza con una catedral católica en un extremo y una protestante en el otro. Y en el medio, construyeron una sala para escuchar música. O sea que están las dos religiones que fueron fuente de guerras y entre ellas, como para poner paz y equilibrio, una sala de conciertos, para escuchar música”, agrega Padrissa, de 63 años.

Una obra del siglo XIX con ojos del XXI

Para llevar adelante su tarea, Padrissa contó con la colaboración de Esteban Muñoz, un “asistente de lujo” nacido en Valdivia (Chile) y radicado en Alemania, adonde llegó en 2011 para estudiar. “Es un chico que de pequeño había hecho teatro de ópera con sus hermanas. Hizo La flauta mágica con ellas. La suya es una historia muy parecida a la de Gerard Mortier, de quien dicen que con sus hermanas había hecho teatro de ópera”, detalla.

Juntos, llevan siete años de colaboraciones, que incluyen versiones de Turandot y de algunas óperas nuevas en alemán con liberto de Peter Sloterdijk. “Ha sido una gran colaboración, y como ésta es una obra tan importante, Muñoz tomó el texto y se ocupó mucho de darle una forma y de simplificar, en algunos casos”, señala el director, que compartió la conducción con Christoph Eschenbach al frente de la Orquesta del Konzerthaus y los coros de la radio de Berlín.

Junto a ellos, y al frente de un elenco que se debatió entre grúas, cámaras, paneles, músicos en escena y una escenografía en la que la iluminación y las proyecciones cumplieron un rol esencial, el tenor wagneriano Benjamin Bruns como Max, la fantástica soprano trinitense Jeanne de Bique como Agatha, su par austríaca Anna Prohaska como Anchen, y los locales Christof Fischesser como Caspar y Wolfgang Jäntsch como el demonio Samiel.

—Leí en alguna entrevista que la aparición del coronavirus se coló en tu reinterpretación de El cazador furtivo, y siguiendo el texto de la obra noté algunos cambios o esa simplificación que mencionás. ¿Hasta dónde, desde tu rol, uno puede tomarse la libertad de intervenir sobre obras de este tipo?

—Según la ley de derechos de autor, cuando una obra tiene más de 80 años de creada, o 70 según el país, su creador pierde los derechos y pasa a ser universal. De modo que una obra que tiene ya tantos años uno puede cambiarla como quiera, porque pertenece a la humanidad; y puede quitar o poner, evidentemente reconociendo al autor. ¡No sea que le vayas a poner otro nombre!

Del Naumon a La Naumon: el barco itinerante que se hizo trans

En 2003, la Fura dels Baus tomó el Naumon, un rompehielos noruego botado en Noruega en 1965 que antes había sido bautizado Horst, primero, y Arold después, como buque insignia de su proyecto de convertir una nave en un escenario itinerante para sus creaciones, y de ese modo llevarlas por distintos puertos convocando al público a su propio terreno. Acuático.

A bordo del Naumon, La Fura montó diferentes espectáculos y emprendió travesías que hicieron escala en sitios tan diversos y distantes como Génova, Venecia, Beirut, Newcastle y la mismísima Taiwán, no sin algún accidente de por medio. De los náuticos y también de los financieros. Sin embargo, nada detuvo el plan inicial, que con algunas modificaciones y retoques, no sólo siguió sino que continúa en pie.

Es que, aunque el viejo Naumon haya entrado a desguace y la nueva criatura sea de fabricación alemana, cambian los fierros pero no la idea ni el espíritu que inspiró la aventura de hacerse a la mar. Aunque sí, también, el nombre.

“¡Hombre! Ahora le llamamos La Naumon. Es un barco trans”, exclama Padrissa. Y sigue: “El filósofo (Rafael) Argullol, que es el que hizo ese libro tan bonito La atracción del abismo, y también El fin del mundo como obra de arte, es el que dijo: ‘La Naumon, la nave del mundo’. Y así le hemos puesto: La Naumon”, cuenta el artista.

Entre otros detalles, el sitio www.exponav.org señala que “la Naumon se ha inspirado en el primer viaje alrededor del mundo de Magallanes y Elcano, y que inicialmente navegará por puertos de España y Portugal intentando concienciar a los ciudadanos sobre el cuidado del planeta mediante espectáculos, conferencias y otro tipo de actividades”.

“La cubierta de La Naumon será un gran escenario de más de 250 metros cuadrados, y cuya bodega, gracias a 18 contenedores pintados de colores, se ha transformado en un espacio para exposiciones y actuaciones con capacidad para 600 personas. Se espera, según sus creadores, que este buque tenga gran sensibilidad respecto al cambio climático y el desarrollo sostenible, y por ello se abrirá a todas aquellas personas interesadas en este tema. La propuesta de La Fura es hacerlo más sostenible volviendo a utilizar, como hizo Elcano, el viento, la propulsión tradicional, aunque esta vez solo de forma parcial como elemento propulsor”, explica la publicación.

Y antes de despedirse, Padrissa cierra con un pronóstico alentador: “Con ese barco no vamos a parar hasta llegar a Sudamérica. Vamos a ir por ahí, por todos los rincones que haya. Y yo he insistido especialmente en este proyecto, porque nunca había ido a Sudamérica. Y allí iremos en los próximos años”.

Fuente: Agencias / Infobae / Foto: Cortesía.

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