Muchas personas que nos dedicamos a hacer política llevamos muy marcadas las causas que nos llevan a dedicarle nuestros días a esta noble profesión. Un político sin causas, es simplemente un político sin sustancia. Lo peor es simular el apoyar causas con el simple y llano propósito de mantenerse vigente de una manera u otra en la esfera política.

Juan Pablo Guerra apuntaba que los “Politikids” son la carne de cañón, los rostros que son estratégicamente utilizados para que un candidato o miembro prominente de un partido político se pueda tomar la foto, argumentar que está con los jóvenes, y no volver a mencionar el tema hasta el siguiente proceso electoral interno o externo.

Si bien la actividad política orilla a situaciones en las que lo pragmático es parte importante, dejarse llevar siempre por ese principio es peligroso. Algo preocupante es que hay personas dentro del relevo generacional que están dispuestas a seguir rutas que solamente les benefician en lo personal, y esto hace que sigamos enfrascados en un sistema político que en muchas ocasiones carece de efectiva representación popular en los espacios de toma de decisiones.

Y es que, por experiencia propia sé que quitarse esa cultura del Instagram, del asistir a eventos para tener la mejor foto en la tribuna de los recintos parlamentarios es muy complicado. Lo interesante aquí es que hay personas que llevan más tiempo haciendo política se aprovechan de ello, buscan, por medios que fomentan la frivolidad y el narcisismo, -actividades que deberían erradicarse de la actividad política-, el acercarse a las juventudes.

De igual manera, y al contrario de lo que muchas personas pensaríamos, también normalizan el replicar las malas prácticas de muchos que ya juegan “en las grandes ligas”, lo cual daña de gran manera la credibilidad que tiene todo el sistema político en su conjunto.

El tema aquí es, ¿cómo logramos que las juventudes dejen de sentir que serán excluídas de los espacios de toma de decisiones si no siguen estas fórmulas del “político exitoso”?, ¿Es correcto ver en la frivolidad una oportunidad para trazar una trayectoria política exitosa más allá de mirar por causas y el sentir popular?

El problema no son las juventudes con interés en participar en la vida pública; el problema es que sigue habiendo personas que vician a las nuevas generaciones de cuadros políticos y les hacen creer que estas prácticas deben ser normales, que está bien perpetuarlas. Triste es ver cómo es que van apagando ese espíritu de cambio y de rebeldía que nos caracteriza como juventudes.

Lo lamentable es que hacen ver la labor en territorio como denigrante. La política va más allá de los cafés, de los recintos o de las juntas. Yo no digo que no sean parte de las cosas que uno tiene que hacer, sino que no es lo primordial. El caminar las calles, hablar con la gente y difundir el proyecto político que se representa a ras de tierra es la mejor forma de que alguna persona pueda asumir compromiso político con su comunidad y con su país entero. Más allá de lo técnico, las y los representantes populares deben tener la suela gastada.

Siempre, en todos los espacios de discusión sobre diversos temas se habla de generar cambios en beneficio de la sociedad. Ahora, creo que, por pura lógica, debemos mejorar la manera que tienen las personas para involucrarse en la cosa pública para poder llegar a hacer cambios profundos y efectivos en nuestras leyes y en la sociedad en general.

Y claro que hay solución a todo lo que menciono. Una nueva cultura política es posible si las personas involucradas están dispuestas a asumir que la política no solo es el ejercicio del poder, sino también el escuchar los reclamos de la sociedad y el generar verdaderos vínculos entre población y gobierno, mismos que no se generan con puro trabajo en escritorio. Somos la generación que tiene la oportunidad de demostrarle a la gente que se puede cambiar todo eso que le molesta y lastima de la clase política, misma que está muy mal vista.

Cada quién define el rumbo que quiere tomar y también sabe si sus acciones son correctas, eso que ni qué…